Hoy voy a cambiar de tercio. Después de varias entradas dedicadas a la narrativa en videojuegos, cine o series de TV, me gustaría recuperar una reflexión que me vino hace tiempo, para más adelante volver a publicar la historia autobiográfica que escribí en forma de artículos en otro blog.
¿Por qué? Quizá es difícil de entender, pero creo que el motivo es sencillo: después de mucho tiempo, estamos a punto de vender una casa que lleva en la familia más de un siglo. Es una casa que me trae muchos recuerdos de la infancia, de mis queridos primos, de mis adorables tíos y mis admirados abuelos. Es la casa donde pasé mis primeros veranos, donde leí mis primeros libros de fin de semana junto a la chimenea y donde compartí momentos entrañables con mi hermana, mis hermanos y sus familias, a quienes quiero con locura. Una casa que los más jóvenes no han hemos vivido tan intensamente como los mayores, pero que también significa para mí los primeros pasos de mis sobrinos fuera de la gran ciudad.
Y especialmente me viene a la cabeza mi madre. Porque en el momento de escribir estas líneas aún es su casa, aunque pronto dejará de serlo, y para ella siempre será la casa de mi padre. Nada le hubiera gustado más que compartir con él su vejez en tan agradable lugar. Pero mi padre murió. Y, aunque bien lo hemos intentado, sin él no es lo mismo. La decisión fue dura y lo más duro aún está por llegar: Ca’ls Avis se ha vendido.
Este tipo de cosas nos recuerdan inevitablemente el paso del tiempo. Las cosas cambian y el fin se acerca. El fin de cosas malas, y de otras bonitas. El fin de la propiedad, que no debería importarnos, y el fin de la vida, que otorga a las propiedades un valor emocional que es difícil de abarcar.
Todo sería diferente si fuéramos inmortales, al menos biológicamente. El paso del tiempo no nos afectaría como lo hace ahora, pero ¿qué sucedería con las propiedades? La reflexión de la que os hablaba más arriba, y que responde indirectamente a esta pregunta, es esta.
Sin embargo, para acabar con buen sabor de boca, aprovecho para compartir un pequeño monólogo que realizó Javier Fernández (@ScyKness) en el pasado I Science Slam de España. Con su formación en biología y su carácter activo, él tiene una concepción mucho más optimista sobre la inmortalidad. Aquí el monólogo.