Estamos acostumbrados a hablar de héroes de ficción. Muchas veces de «súper-héroes«, pero en pocas ocasiones hablamos de héroes en la vida real. Solemos reservar la palabra «héroe» a las grandes gestas de primera plana. Bomberos, policías, o gente corriente, todos ellos siempre y cuando hayan protagonizado algún acto de protección, cuidado o salvación de otras personas.
Pero hay otros héroes, y a ellos quiero dedicar esta pequeña nota. Héroes que no protagonizan una gran gesta, pero sí protegen, cuidan e incluso salvan a muchos otros con una vida de dedicación y entrega. Vaya por adelantado que no es objeto de este blog transmitir ningún tipo de ideología o creencia religiosa ni política, así que mi única intención aquí es homenajear a esos «héroes silenciosos», independientemente de a qué se dediquen, a qué institución pertenezcan o por qué nombre se les conozca.
Y el primer nombre que me viene hoy a la mente es Manuel Haro, más conocido como «Padre Manolo». Fue una persona que llegó al barrio de Son Cotoner de Palma hace alrededor de 50 años. Y en todo este tiempo, sin ninguna duda, ha contribuido a que el barrio sea mejor. Sería inútil elaborar aquí una lista, seguro que incompleta, de todas las pequeñas (y grandes) gestas que ha llevado a cabo este hombre durante el pasado medio siglo. Ayer se enumeraron muchas de ellas en la celebración de su despedida como rector de la Parroquia Ramon Llull. Y solo encuentro dos palabras que describen la sensación de reconocimiento a toda una vida que se vivió en dicha celebración: aplauso interminable. Hubo uno, y dos, y al tercero perdí la cuenta. Estoy seguro de que, si las convenciones sociales lo permitieran, aún ahora estaríamos aplaudiendo. Padre Manolo, gracias, enhorabuena y, si me permite prafrasearle, «no digamos hasta siempre, sino hasta aquí».
Otros héroes silenciosos fueron mencionados ayer en esa misma celebración. Para mí, en este caso, muchos son anónimos, y otros muy cercanos y queridos. Se trata de los primeros vecinos del barrio, que con la ayuda de las monjas del Sagrado Corazón erigieron el primer colegio de la zona. El propio Padre Manolo reconoció la gran gesta que eso supuso, otorgándose ningún mérito para sí mismo, y aplaudiendo la labor de profesores como Jaume Taberner. Por suerte, he tenido el honor de ser su alumno, y de otros muchos y buenos profesores, a quienes no puedo evitar incluir en mi propio aplauso interminable.
Y entre estos pequeños pero grandes héroes, vecinos y profesores trabajando por un barrio mejor con más servicios y mayor comunidad, recuerdo a alguien. Otro héroe silencioso, al menos para mí, si bien mi relación con él me impide ser del todo objetivo. Era mi padre, Matías Flexas, de quién publicaré un poquito más en los próximos días. Mi aplauso interminable va también para él. Allí donde esté.
A todos los héroes silenciosos que pobláis el mundo,
GRACIAS
Allí donde estéis…