Reloj que gira, mundo atrasa

(Continúa de «Sobre bromas y tumores«)

 22 de octubre de 2014

14:30h. Acabo de dejar a mi madre en su casa. La he acompañado a hacer unas gestiones que tienen que ver, aún, con el patrimonio que nos dejó mi padre al morir. Ello me recuerda todas las cosas que él hacía, de todo lo que él se encargaba. Y lo bien que solía hacerlo. Sin ir más lejos, hay un reloj en casa de mi madre que aún hoy parece echar de menos a mi padre. Él era el único que conseguía mantenerlo a su hora. Escribí sobre ese reloj hace 3 años, cuando aún vivía con mi madre. Hoy, la reflexión que hice sigue tan vigente como en aquél entonces.

28 de noviembre de 2011

01:36h de la madrugada. Apenas hace dos horas estaba en París, disfrutando de un rapidísimo pero muy agradable viaje en pareja. Ahora, quién sabe por qué, he entrado en el comedor de mi casa, en penumbra, y he visto que mi madre ha apoyado un pequeño corazón de madera sobre el marco que contiene una foto de mi padre. De pronto la nostalgia me ha invadido.

Dicha foto está junto a un reloj que, desde que mi padre murió, se atrasa. Y mucho. Mi madre lo corrige casi cada semana poniéndolo más de 15 minutos por delante de la hora real, y en poco tiempo ya está 15 minutos atrasado de dicha hora… Desde que mi padre murió. Es como si el tiempo quisiera retroceder y devolvérnoslo…

Por supuesto, lo que sucede realmente es que se trata de un reloj delicado que hay que ajustar muy bien para que no adelante ni atrase. Mi padre se encargaba de hacerlo una vez al año, y el reloj siempre iba a la perfección. Sin embargo, el año pasado, tras la operación y en pleno tratamiento de quimio y radio, quizá no fue tan hábil como de costumbre. Y hoy no está aquí para corregirlo.

Pronto mi madre aprenderá a hacerlo, igual que está aprendiendo todas las cosas importantes que antes hacía él. Y sus hijos la ayudamos en todo lo que sabemos, y también aprendemos.

4 de septiembre de 2010

Mi padre ha sido despertado de su coma en la UCI del hospital. Gracias a mi llamada. Gracias a mi amigo. Pero al margen de huecos en el procedimiento, mi madre, mis hermanos y yo nos hemos encargado de otras muchas cosas que necesitaba mi padre y su estado le impedía hacer. Desde la simple colaboración con los médicos, al aviso a compañeros de trabajo y tramitación de baja y demás papeleo.

Mi padre, como siempre, tarda poco en preguntar por todo ello. Porque se siente responsable. Él era, por encima de todo, alguien muy responsable. A menudo se hacía responsable de cosas que no le correspondían (si su sentido del deber se lo pedía). Incluso podía librarnos, aunque fuera a regañadientes, de responsabilidades nuestras si nos veía dudar. Así que cuando mi padre pregunta por cada una de las cosas que podrían no estar en orden, todos contestamos orgullosos que nos hemos ocupado de ello.

Yo, concretamente, hago un comentario desafortunado:

– Papá, aunque parezca mentira, el mundo sigue girando sin ti.

Domingo 2 de octubre de 2010

Mi padre, mi madre y yo estamos en consulta del neurocirujano, otra gran persona y mejor médico que perdió su mañana de domingo para vernos y empezar a programar la cirugía. Les explicó a mis padres que la prisa era para su tranquilidad, puesto que, aunque la cosa ya no pintaba tan bien como habíamos pensado, podía volver a mejorar y había que hacer todo lo que se sabía que podía ayudar. Y actuar deprisa podía ayudar.

A mí me dijo en privado lo que ya dejé entrever anteriormente, que el pronóstico era muy malo, que un tumor tan agresivo no bromeaba, y en el mejor de los casos permitía una supervivencia de entre 9 y 14 meses después de la cirugía. Ello no era óbice, sin embargo, para no intentarlo. Siempre podía haber excepciones.

9 meses después mi padre falleció.

28 de noviembre de 2011

Hoy recuerdo a mi padre. Miro su retrato junto al reloj y pienso en su habilidad para corregirlo año tras año, responsabilizándose de que las agujas estuvieran en su lugar en el momento preciso, igual que se responsabilizaba de tantas y tantas otras cosas.

Hoy nos responsabilizamos quienes seguimos vivos, y en muchos casos tenemos tanto éxito como habría tenido él. Pero sin embargo, recuerdo el comentario desafortunado que hice, recuerdo cómo el reloj atrasa como si el mundo dejara de girar, y pienso que hoy las palabras que le diría a mi padre serían muy distintas:

– Papá, en efecto, el mundo sigue girando sin ti… Pero le cuesta.

(Continuará…)

Continúa en «Momentos Clave«

Artículo basado en un original publicado en Primus Inter Pares el 28 de noviembre de 2011